Material 1.1
Hace unos años se decía que el tiempo de la palabra escrita tocaba a su fin. Que la televisión, los videojuegos y los contenidos audiovisuales estaban a punto de acabar con el texto. En el futuro, se vaticinaba, no sería necesario recurrir a la escritura, porque dispondríamos de alternativas audiovisuales mucho más eficaces y atractivas.
Eso se decía, pero… ¿Se han cumplido esos vaticinios? ¿Acaso todo es imagen y sonido en nuestros días? ¿De verdad alguien cree que el texto ha perdido toda su importancia?
Piensa en tu experiencia personal. Cuánto tiempo de cada día dedicas a leer textos de todo tipo: desde libros hasta breves mensajes de 140 caracteres, pasando por informes, reportajes periodísticos, mensajes publicitarios, correos electrónicos, prospectos de medicamentos… ¡Estamos rodeados de textos!
Y, lo que es más importante, además de leer mucho, ¡escribimos más que nunca!
En efecto, a raíz de la popularización de internet –uno de cada tres habitantes de la Tierra es usuario de la red– comunicar por escrito se ha convertido en una actividad constante.
En muchos casos, se trata de una actividad que no pasa de la esfera personal: mucha gente se limita a escribir correos electrónicos a sus familiares y amigos, o a compartir vivencias a través de las redes sociales. Sin embargo, muchos de los usuarios de internet recurren a la escritura en la red por motivos profesionales. Esas personas publican contenidos en sitios web, editan blogs, actualizan cuentas corporativas en redes sociales… Escriben, escriben, escriben.
Pues bien: si esto es así, parece claro que escribir bien es, en nuestros días, una cualidad básica para alcanzar el éxito profesional. La escritura es, cada vez con más frecuencia, nuestra carta de presentación ante los demás. La gente nos conoce en muchas ocasiones a través de lo que escribimos. Por eso, escribir con torpeza y descuido es una de las maneras más seguras de echarse piedras sobre el propio tejado.
El mejor currículum vitae, aquél que luce la más espectacular trayectoria profesional, puede quedar anulado por el efecto devastador de una simple falta de ortografía.
Es necesario insistir, por tanto, en la necesidad de cultivar las claves esenciales de la buena escritura. Debemos dominar la escritura con corrección, por supuesto. ¡Qué menos! Pero, además, tenemos que ser capaces de expresarnos con claridad, precisión, concisión. Debemos ser ordenados. Sencillos. Directos.
Esas son las claves generales, que siguen por supuesto vigentes también en la red: riqueza léxica, corrección ortográfica, orden sintáctico.
Sin embargo, en este curso no nos concentraremos en esos aspectos. Esas son claves generales que deben estar presentes en nuestra escritura con independencia del soporte que utilicemos. Nuestro objetivo en este curso es más específico: vamos a estudiar los fundamentos, características y técnicas de la redacción eficaz en internet.
En este sentido, viene bien reflexionar sobre el origen etimológico del término «redactar». Hoy día, el significado que asignamos a ese verbo es simplemente el de poner las cosas por escrito. Redactar es la tarea que lleva a cabo un redactor.
Pero, ¿sabes de dónde viene esa palabra? «Redactar» deriva del verbo latino «redigere». En su significado original, este verbo no se refería a la actividad que llevaban a cabo los escribas o «redactores» durante la época del Imperio Romano. En realidad, con el verbo «redigere» los romanos se referían al acto de «compilar o poner en orden las cosas».
Por ejemplo, apilar leños en una hoguera era «redigere», puesto que suponía colocar elementos uno junto al otro de manera más ordenada. Con el paso del tiempo, en español ese concepto original de ordenación ha terminado siendo circunscrito únicamente a los textos: el antiguo «redigere» (nuestro actual «redactar») lo entendemos solo como el acto de poner en orden palabras en un texto.
Sin embargo, cuando llega internet las posibilidades expresivas se multiplican. Por sus características tecnológicas, la red es una plataforma que permite integrar distintos códigos comunicativos en un único mensaje. En efecto, podemos componer nuestros mensajes con textos, imágenes y sonidos simultáneamente.
Es decir, podemos «redactar» no solo con palabras, sino con una gran diversidad de elementos multimedia. El desafío consiste en articular con tino esos múltiples elementos. En el fondo, en la era de internet, un redactor recuerda un poco a esos malabaristas capaces de mantener dando vueltas en el aire varias bolas al mismo tiempo. Se trata de coordinar con acierto textos, imágenes y sonidos.
De hecho, así como aceptamos que existe una Gramática del texto, deberíamos entender también que existe una Gramática hipertextual y multimedia. En los textos convencionales –los que se componen de palabras y oraciones–, respetar las reglas gramaticales permite que su contenido sea inteligible y unívocamente entendido por cualquier hablante de ese idioma. De manera parecida, la Gramática hipertextual y multimedia es una nueva disciplina con una serie de reglas que, si se respetan, permitirán una acertada interpretación del mensaje por parte de los destinatarios.
Es en este terreno donde nos vamos a situar en este curso. Estudiaremos esas claves que hacen que un texto en la red funcione, que cumpla su objetivo de informar de manera clara, ordenada e interesante.
Pero para conseguirlo, debemos entender en primer lugar cuáles son esos fundamentos de la comunicación en las redes digitales.
La red se caracteriza por tres rasgos comunicativos esenciales. ¿Cuáles son? He aquí sus tres ingredientes: la red es hipertextual, interactiva y multimedia. Por tanto, nuestro siguiente paso será entender qué significan esos tres conceptos.
Para profundizar en ellos, pasa al segundo vídeo de esta primera unidad (vídeo 1.2).
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