viernes, 23 de octubre de 2015

Material Complementario

Material Complementario

En esta unidad conoceremos diversos recursos de la red útiles para escritores. Veremos distintas herramientas que, usadas con acierto, te permitirán mejorar tanto tu proceso de escritura como su resultado.
Prepara tu navegador, porque tendrás que explorar varios sitios web.
 
2.1. Procesadores de textos
Casi con toda seguridad, ya dispondrás en tu ordenador de algún programa para la redacción. Cualquier sistema operativo incluye como mínimo una aplicación básica, pero es muy probable que dispongas de programas más avanzados. Los hay de pago, pero también gratuitos. Asimismo, los hay en forma de aplicaciones de escritorio o como procesadores de texto en red.
Entre los programas gratuitos de escritorio, probablemente el más completo sea el de la suite ofimática OpenOffice:
Entre los procesadores de texto en la red, el más popular es el de Google. Ten en cuenta que, este recurso, además de ofrecerte las principales posibilidades de cualquier procesador de textos, te ofrece dos características muy útiles ara determinadas circunstancias: 1) permite archivar los documentos en la propia red y 2) admite la escritura colaborativa de documentos por parte de varios usuarios.

2.2. Correctores automáticos
Otra herramienta útil para los escritores son los correctores automáticos. Te permiten localizar palabras en las que has olvidado alguna letra o que no concuerdan gramaticalmente con la frase donde están insertas. Sin embargo, ¡cuidado!, porque estos correctores son muy traicioneros. El idioma español esconde muchos términos homófonos –es decir, palabras que suenan igual pero se escriben de diferente manera. Me refiero a expresiones como “acerca” y “ a cerca”, “basto” (con B) y “vasto” (con V)… Hay infinidad de casos parecidos en los que solo tu adecuado conocimiento ortográfico te permitirá evitar el error. En esos casos, jamás te fíes de un corrector automático.
Los procesadores de textos suelen llevar incorporada su propia herramienta de corrección automática. Sin embargo, también los hay en la red. Prueba, por ejemplo, este:

2.3. Diccionarios
Otro recurso imprescindible para cualquier escritor es un buen diccionario. Quienes escribimos en español, tenemos dos imprescindibles, elaborados ambos por la Real Academia Española.
El primero es, por supuesto, el Diccionario de la Real Academia Española, la principal obra de referencia para todos los hispanohablantes.

Ten presente, además, que puedes consultar cualquier palabra de forma sencilla. Basta con escribir esto:
drae22.rae.es/<palabra que deseas consultar>
El segundo es algo más especializado. Se trata del Diccionario Panhispánico de Dudas y, como su nombre indica, en él podemos resolver duda léxicas sobre términos de uso poco claro para muchos hablantes y también sobre neologismos.
Si esos diccionarios no te bastan, no dejes de echar un vistazo a este listado:

2.4. Sinónimos
¿Cuántas veces has sufrido mientras escribes por tener un término en la punta de la lengua que no termina de salirte? Para evitar esa incómoda sensación y dar variedad léxica a tus textos, te ayudarán los diccionarios de sinónimos. Los buenos procesadores de textos suelen incluir este tipo de recursos pero si no lo tienes, o el que tienes no te convence del todo, puedes probar también con herramientas en la red. Mira esta, por ejemplo:

2.5. Glosarios
Otro buen recurso para enriquecer tu léxico son los glosarios. Un glosario es un amplio listado de términos y expresiones relacionados con alguna disciplina. Por eso, es especialmente útil cuando escribimos sobre algún asunto especializado. En esos casos, necesitamos manejar la terminología de esa disciplina. En ese esfuerzo por alcanzar una máxima precisión, viene bien tener a mano algún glosario sobre esa materia.
Hay muchos glosarios en la red: unos más amplios, otros más limitados; unos más especializados, otros más generales.
Este seguro que te resultará simpático: es un glosario sobre expresiones coloquiales.

2.6. Traductores
Muchas veces, la terminología especializada que debemos emplear en nuestros escrito ni siquiera está en nuestro idioma. En esos casos, nos vemos obligados a manejarnos con términos y texto completos en otras lenguas. Lo mejor, por supuesto, es aprender a fondo esas lenguas extranjeras, pero, en cualquier caso, siempre te vendrá bien tener a mano traductores automáticos. Ten presente, sin embargo, que estas herramientas fallan mucho, así que mejor si no te confías.
Aquí tienes algunos útiles traductores automáticos en la red:

2.7. Libros de estilo
Muchos medios de comunicación e, incluso, algunas organizaciones disponen de los “libros” o “manuales” de estilo. Estas publicaciones suelen tener dos partes principales: la primera son normas de actuación para los profesionales de esas organizaciones. Esta parte, en principio, no nos interesa como escritores. La segunda parte, en cambio, sí que nos puede resultar muy útil: en ella, los manuales de estilo aclaran usos léxicos y proporcionan orientaciones para evitar errores de expresión.
Aquí tienes algunos utilísimos para cualquier escritor hispano en la red:


2.8. Portales de recursos para escritores
Si todos los recursos que te he mostrado hasta ahora te parecen pocos, tranquilo, porque hay más. En este caso, te animo a que los explores por tu cuenta, en función de tus gustos y necesidades.
En español disponemos de un formidable portal para hallar prácticamente cualquier tipo de recurso relacionado con el buen uso de nuestra lengua. Es este:

2.9. Sistemas de medición de la legibilidad
Finalmente, y aunque no los menciono en el vídeo de esta unidad, te hablaré sobre un último recurso digital que te servirá para evaluar el nivel de claridad de tus textos. Me refiero a los sistemas de medición de la legibilidad.
¿En qué consisten? Para entenderlo, debemos aclarar en primer lugar qué entendemos por legibilidad.
De un tiempo a esta parte, las pantallas de los dispositivos digitales han mejorado sustancialmente sus prestaciones. Su alta resolución gráfica permite distinguir detalles cada vez más diminutos. Han optimizado asimismo los sistemas de definición del color y han diversificado las tipografías, adaptándolas a formatos de pantalla minúsculos. Todas estas mejoras se han centrado en perfeccionar la legibilidad técnica de los dispositivos digitales, y a fe que lo están consiguiendo.
Ahora bien, cuando se trata de mostrar nuestros textos en internet, esta mejora de las condiciones técnicas para la lectura, aunque necesaria, no es suficiente. Para que nuestros textos sean legibles no basta con que sus letras se distingan con claridad. Es preciso, además, que su composición discursiva sea acertada. Y es en este terreno donde inciden los sistemas de medición de la legibilidad..
Los anglosajones distinguen dos conceptos: «legibility» y «readability». No es fácil discriminar ambos términos en español, pues en nuestro idioma empleamos una única palabra para designar los dos conceptos: «legibilidad». En inglés, en cambio, ambos términos guardan una diferencia sutil pero importante. La legibility alude a los aspectos formales de la lectura, como el contraste de las letras, su tamaño o el interlineado. Se refiere, en suma, a todos esos elementos técnicos que mejoran la presentación gráfica de un texto y lo hacen más fácil de leer. La readability, en cambio, alude a rasgos internos del texto: a elementos como su organización discursiva, la sintaxis, o la claridad y precisión léxicas. En definitiva, si la legibility apunta hacia la comodidad de visión, la readability se centra en la facilidad de comprensión.
Los desarrolladores de tecnologías y los diseñadores, cada uno en su faceta, se han ocupado en los últimos años de mejorar lalegibility de los textos en los medios periodísticos digitales. Sin embargo, esas mejoras no han ido acompañadas de un avance paralelo en el segundo pilar: la claridad en la escritura. Compete a los escritores en internet ocuparse de esa segunda faceta, lareadability de los textos. Ninguna máquina nos eximirá de redactar textos claros, ordenados y atractivos.
Por desgracia, basta con dar un rápido repaso a cualquier página web para hallar una antología de textos descuidados, imprecisos y obtusos. Ciertas páginas están escritas de modo tan farragoso que parecen sudokus.
Pulir esas deficiencias supone un esfuerzo de años. El único modo eficaz que se conoce para aprender a escribir bien es… leer. Y ejercitarse en la escritura, claro. Sin esos dos requisitos previos, no habrá sistema ni herramienta que te permita mejorar en tu escritura.
Ahora bien, a medida que avances en ese esfuerzo, puedes medir tus progresos con recursos digitales que evalúan la legibilidad –entendida como readability– de tus textos; es decir, herramientas que ponderan tu capacidad de expresarte con síntesis, precisión y orden.
En el siglo XX se propuso un sistema para eso: el Fog Index o índice de complejidad de Gunning.
¿Qué es? En 1952, un empresario americano llamado Robert Gunning propuso una fórmula matemática que, supuestamente, permitiría medir la legibilidad de los textos en inglés. Se trata de un algoritmo –es decir, de una secuencia de operaciones matemáticas– que mide el nivel de complejidad sintáctica de un texto. Según el índice de Gunning, cuanto más cortas sean las frases y más sencillas las palabras, la facilidad para comprender un texto aumentará. Y viceversa: si se escribe con frases muy largas y palabras extrañas, la dificultad para entender un texto se multiplica. Por eso, Gunning resolvió denominar a su sistema Fog Index (como sabes, el término inglés «fog» significa ‘niebla’ o, de manera más genérica, también ‘confusión’). El índice de Gunning mide, por tanto, el nivel de complejidad de un texto.
Este índice está pensado para la lengua inglesa, cuya estructura sintáctica tiende a ser más sencilla que la del español. Así y todo, nos puede servir para calibrar la claridad de nuestros textos.
Te propongo un ejercicio para completar esta unidad: ve a la web que te indico a continuación y pega un texto que hayas escrito. Mide su índice de complejidad y, a continuación, reescribe ese texto tratando de aclarar su expresión sin reducir el contenido. El objetivo es que, sin perder densidad de contenido, seas capaz de decir lo mismo con menos palabras y de más orden.
Esta es la página donde podrás medir el nivel de legibilidad de tus textos, conforme al índice de Gunning: 
Si este índice no te convence –como he dicho, es especialmente cuestionable su validez para idiomas que no sean el inglés–, te animo al menos a que evalúes la extensión media de tus frases y párrafos con esta otra herramienta:

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